lunes, 29 de noviembre de 2010

Mercadeo diplomático para cerrar Guantánamo


Cientos de telegramas enviados por las Embajadas de Estados Unidos y el Departamento de Estado durante los dos últimos años dan cuenta de las presiones y las duras negociaciones con decenas de países para lograr que la prisión de Guantánamo estuviera cerrada en enero de 2010. La promesa del presidente Barack Obama , transformada en una orden ejecutiva que firmó un día después de tomar posesión de su cargo, ha resultado una empresa imposible. Los norteamericanos encontraron férreas resistencias en Europa y en el resto del mundo que trataron de contrarrestar con todo tipo de ofertas económicas o políticas.
Se encontraron con países imposibles de convencer, como Kuwait, cuyo Gobierno se declaró incapaz de hacerse cargo de sus ciudadanos porque estaban "podridos" y llegó a aconsejar a EE UU que se "librara de ellos", según la versión de la embajada, abandonándolos en alguna zona de combate afgana donde corrían el riesgo de morir. Otros, como Yemen, pedían millones de dólares. En otros casos fue EE UU quien los ofreció. La aliada Europa también puso trabas y demoró los plazos para aceptar prisioneros. Los estadounidenses apelaron a la "obligación moral" de los europeos de ayudar a cerrar la prisión que tanto habían criticado y trataron de convencer a países como España o Bélgica de que ganarían liderazgo dentro de la UE si colaboraban. El primer ministro esloveno les propuso un trato encubierto: su país podría apoyar a EE UU en esta cuestión a cambio de un encuentro de 20 minutos con el presidente Obama, según consta en un telegrama confidencial de la Embajada en Ljubljana del 5 de enero de 2010 (242451 ). Imperaba la regla del quid pro quo.

EE UU se encontró con alguna ayuda inesperada que ellos mismos calificaron de "irónica", como la de un ex prisionero de Guantánamo, Moazzam Begg , ciudadano británico que había denunciado torturas, y con alguna propuesta peculiar sobre cómo controlar a los presos liberados. El rey Abdullah de Arabia Saudí hizo la siguiente recomendación cuando recibió en Riad el 15 de marzo de 2009 al asesor antiterrorista de la Casa Blanca John Brennan, al embajador de EE UU encargado de la Oficina de Crímenes de Guerra, Clint Williamson, y al embajador en Arabia Saudí, Ford M. Fraker. "Se me acaba de ocurrir algo", dijo de pronto el monarca, según un cable clasificado como secreto y firmado por el embajador siete días después (198178 ). Propuso que a los presos liberados se les implantara un chip electrónico que permitiera rastrear sus movimientos por Bluetooth, algo que ya se hacía con "halcones y caballos". "Los caballos no tienen buenos abogados", fue la respuesta de Brennan.

En enero de 2009 había 241 presos en Guantánamo. La idea inicial era llevar una parte a Estados Unidos para que fueran juzgados (de ellos, finalmente, algunos han sido y serán procesados en los tribunales militares de excepción de la base y unos 50 quedarán en situación de detención indefinida); otros serían trasladados a sus países de origen como hombres libres o para ser procesados; y para un tercer grupo habría que buscar alojamiento en cualquier lugar del mundo, preferiblemente en Europa, bien porque en sus países corrían peligro de ser torturados o ejecutados o porque era probable que se incorporaran a la yihad (guerra santa de los musulmanes).

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