sábado, 2 de julio de 2011

Investidura de Ortega: “entre el circo y el caos”





Al embajador estadounidense Paul Trivelli no le cayó en gracia el desorden que caracterizó la toma de posesión del presidente Daniel Ortega, el 10 de enero de 2007. En un cable diplomático enviado al Departamento de Estado y filtrado por la organización Wikileaks, Trivelli narra sus impresiones de una ceremonia que catalogó como “circo”, en la que las delegaciones internacionales y cuerpo diplomático fueron humillados, mientras que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fue el único tratado con honores de Estado, según el cable diplomático. Trivelli no escatima detalles y adjetivos en su texto, una crónica que ofrece detalles interesantes de la investidura de Ortega.
El embajador estadounidense escribió que la ceremonia “proyectó una extraña imagen de desorden, amateurismo y conducta nada ceremoniosa, donde el populismo se impuso al protocolo y la seguridad prácticamente no existió”. Según Trivelli, jefes de Estado, realeza, ministros, cuerpo diplomático y representantes de más de 64 países estuvieron casi dos horas “bajo el ardiente sol” en espera, hasta que la llegada del presidente Hugo Chávez, “justo antes del ocaso”, indicó que “era hora de que empezara el espectáculo”.
Chávez llegó al país retrasado porque ese mismo día había asistido a su propia toma de posesión, en Caracas. El retraso de la ceremonia se produjo “sin que mediara ningún anuncio ni explicación pública”, advirtió Trivelli. “El retraso hizo que la mayoría de los invitados soportara durante intenso calor y viento durante casi dos horas. Para cuando Chávez llegó, ya era casi el ocaso y la mayor parte de las festividades quedarían para la oscuridad”, escribió el embajador.
“Después de que pasaron al sol 90 minutos, el canciller designado Santos invitó a los miembros de la delegación estadounidense a esperar a la sombra en el centro de convenciones Olaf Palme (una instalación que había estado abandonada y en mal estado durante varios años y que servía como área de espera para visitantes importantes) junto a jefes de estado, líderes del hemisferio y el príncipe heredero Felipe de España. A muchos de los líderes, notablemente al presidente Uribe de Colombia y al presidente Calderón de México, no les hizo gracia el atraso”, relató Trivelli en el documento oficial.
Trivelli criticó el desprecio del presidente electo y su esposa Rosario Murillo hacia las delegaciones oficiales, a la vez que mostraban su preferencia por el presidente venezolano: “Cuando el sol ya se ponía, Chávez finalmente hizo su espectacular entrada adornado con los colores de la bandera sandinista, flanqueado por una falange de guardaespaldas venezolanos que empujaban la gente hacia los lados al tiempo que gritaban "abran paso al Presidente". Ortega y Murillo de inmediato atravesaron la sala para recibir a su camarada venezolano. Ortega procedió entonces a escoltar a Chávez por todo el lugar para presentarlo, lo que retrasó aún más el inicio de la ceremonia inaugural”.
Irritado por presencia de Alemán
Uno de los aspectos de la ceremonia que más disgustó al embajador estadounidense, fue la presencia en la Plaza de los No Alineados del ex presidente Arnoldo Alemán, acusado y condenado por corrupción durante su Administración y más tarde liberado por un cuestionado fallo judicial. Trivelli, irónico, destacó el contraste entre el sermón del cardenal Miguel Obando y Bravo y su mensaje contra la corrupción, con la presencia en primera fila del ex mandatario incluido en su tiempo por Transparencia Internacional en la lista de los líderes más corruptos del mundo.
“El cardenal Obando y Bravo dio un prolongado sermón, en el que irónicamente predicó sobre moral, ética y los males de la corrupción, mientras que el malversador convicto Alemán lucía radiante en su asiento de honor para ultraje y consternación de los observadores nacionales e internacionales”, escribió Trivelli. El embajador explicó que “al tiempo que el cardenal exhortaba al nuevo gobierno sandinista a "erradicar todas las formas posibles de corrupción en su trabajo público", todos los ojos estaban puestos en Alemán, quien ni se inmutó”.
Alemán no era un personaje agradable para el embajador Trivelli, quien en sus cables diplomáticos hacía referencia al desprecio que le causaba el caudillo liberal, siempre catalogado por el diplomático como “convicto”. De hecho, Trivelli escribió una serie de tres cables diplomáticos en los que hacía referencia a los “crímenes” de Alemán y sus allegados.
Diplomáticos mezclados con “la chusma”
El embajador Trivelli destacó en su cable diplomático el desorden, la falta de coordinación y seguridad en la ceremonia de investidura. Según Trivelli, hasta los mismos organizadores de y personal del Ministerio de Relaciones Exteriores mostraron su desconcierto por las inciertas órdenes que daba la nueva primera dama, Rosario Murillo, quien a cada tanto cambiaba el protocolo de la ceremonia.
“Funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores involucrados en el planeamiento y la logística de la toma de posesión expresaron exasperación con el manejo general del acontecimiento y por la forma en que lo dirigía la primera dama Rosario Murillo, la confidente más cercana a Ortega, la directora de campaña y la recién creada Directora de Comunicaciones y Ciudadanía del gobierno. Los perturbó en particular la decisión de última hora de Murillo de cambiar la sede de la toma de posesión sin consultar al equipo del ministerio que tenía a cargo la coordinación. Los funcionarios de la Embajada asignados a la visita de la delegación estadounidense también atestiguan de primera mano el errático estilo administrativo de Murillo y la tendencia de ella a controlar eventos, reuniones y festividades durante el curso de la toma de posesión”, escribió Trivelli.
El desorden fue tal, que al inicio de la ceremonia las delegaciones no sabían cuáles asientos deberían ocupar, hasta el punto de que hubo un situación tensa cuando delegados palestinos reclamaron los asientos que supuestamente debían ocupar los representantes de Estados Unidos. Al final, los delegados de Washington terminaron con “la chusma”, escribió Trivelli.
“Funcionarios de la Embajada, junto con embajadores y diversos colegas europeos, que fueron desplazados de sus asientos, se mantuvieron de pie en las bandas laterales, junto a una multitudinaria chusma salvadoreña que ondeaba banderas rojinegras del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y que vitoreaba a Ortega. Entremezclados con los del FMLN y los diplomáticos estaba un buen número de venezolanos que lucían radios y orquestaban los vítores para su líder (Hugo Chávez)”, narró el diplomático.

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