miércoles, 6 de julio de 2011

La Copa de América compite con la crónica negra


La relación entre los argentinos y la Copa América sigue fría. Es posible que el partido contra Colombia, hoy miércoles, en Santa Fe, mejore el clima, pero, de momento, lo único que de verdad trae locos a muchos argentinos es la crónica negra. Claro que no estamos hablando de asesinatos normales y corrientes, sino de dos casos realmente fantásticos.
El más espectacular es el llamado Caso Belsunce, María Marta García Belsunce, una mujer, socióloga de profesión, que murió de cinco tiros en la cabeza pero que, según todos sus allegados, marido, cuñada, masajista e, incluso, el primer médico que la atendió, "no se le notaban". Así que certificaron que se había dado un golpe contra un grifo al caerse en la bañera, en su bonita casa en una urbanización cercana a Buenos Aires, y la enterraron tranquilamente. Eso ocurrió en octubre de 2002, una época un poco loca en Argentina. Un par de meses después, una unidad policial dedicada a delitos fiscales empezó a revolver y terminó pidiendo una autopsia. Aparecieron entonces nada menos que cinco balas, eso sí, del calibre 32; es decir pequeñas, que se habían quedado alojadas en el cráneo. Los forenses juran que no es verdad que, como se rumoreaba con mala intención, los orificios de entrada se hubieran tapado con La Gotita, el pegamento más popular del país. Ahora están juzgando al marido y parte de la parentela.

El otro, el Caso Solange, tiene menos fantasía, pero afecta a dos chicas jóvenes, guapas y de buena familia, lo que provoca mucho morbo. Una, Solange Grabenheimer, murió asesinada. Y la otra, Lucila Frend, su compañera de piso, enfrenta la posibilidad de una cadena perpetua si se demuestra que la apuñaló. El hecho ocurrió en 2007, cuando las dos chicas tenían 21 años, pero hasta ahora ni los policías ni los fiscales ni los forenses se habían puesto de acuerdo sobre la hora de la muerte, dato decisivo, y Lucila había seguido con su vida normal, viajando por muchos países como productora de un espectáculo de dinosaurios robotizados.

Lo peor que le podría suceder a la Copa América es que a los jueces les dé por pronunciar sus sentencias dentro de unos pocos días, porque entonces es posible que el Argentina-Costa Rica del próximo miércoles, en Córdoba, fuera un desastre de audiencia, arrastrada por el género televisivo delitos de ricos que tanto gusta en Argentina. Los deportistas no tienen nada que hacer frente al delito sofisticado. Ellos mismos, cuando cometen crímenes, lo hacen a lo bestia. Carlos Monzón, el gran boxeador argentino, tiró a mujer por la ventana. A su colega Oscar Bonavena le pasó lo contrario: le mató un vigilante del entonces famoso prostíbulo Mustang Ranch. Y el pobre Lucas Viatri, el jugador del Boca que, por fin, va a sustituir a Martín Palermo, tuvo que hacer durante una temporada trabajos comunitarios porque un peluquero de su barrio, que asistió a su debut como jugador en la Bombonera, le identificó como uno de los muchachos que le habían asaltado pocos días antes para robarle unos centenares de pesos y un par de buenas tijeras.

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