sábado, 18 de septiembre de 2010

33 vidas pendientes de un hilo


Por Francisco Peregil
Reconstruimos aquí la vida de los mineros chilenos con los testimonios de sus familias. Su estremecedora historia ha dado la vuelta al mundo. Por un lado, la NASA y la tecnología más puntera del siglo XXI para rescatarlos. Por otro, 33 hombres a 700 metros bajo tierra desde hace mes y medio. Conectados, pero solos. Fuertes, pero con sus miedos.

Luís Urzúa Iribarre
Jefe de turno. El líder
“El tipo debe tener algo especial”, comenta acerca de Luís el psicólogo Alberto Iturra, quien dialoga con frecuencia con los sepultados. “No debe haber sido fácil mantener el orden ahí abajo durante 17 días cuando había que alimentarse con apenas dos bocados de atún por cabeza cada 48 horas. Yo lo veía tan volcado en todo que le tuve que decir: ‘Dese un respiro, don Luís, reparta las responsabilidades entre su gente. Ahí abajo hay gente de cuatro empresas distintas (contando las contratistas). Pero la única empresa que existe ahora es la que está usted dirigiendo junto al presidente Sebastián Piñera; y esa empresa consiste en que salgan todos ustedes vivos de ahí. Yo necesito tenerle a usted bien entero hasta el final”.

Los expertos de la NASA, agencia a cuyo asesoramiento ha recurrido el Gobierno chileno, destacan la necesidad de contar con un líder en situaciones de encierro prolongado. “En condiciones normales el trabajo en la mina ya exige una fuerte jerarquía, porque los mineros afrontan diariamente situaciones de riesgo”, indica Javier Castillo, secretario del único sindicato de Minera San Esteban, propietaria del yacimiento. “Yo trabajé con él en otra mina y vi que tenía un trato muy deferente con los compañeros, era muy cortés y caballero. Seguro que se ha ganado el respeto de su gente”, añade Castillo.

Transcurridas tres semanas desde que los mineros contactaron con la superficie, varios de ellos intentaron tomar el control en el flujo de comunicaciones y contenidos de objetos que les enviaban. “Era lo previsible”, comentó el psicólogo. “Al ir tomando fuerza se comportaban como adolescentes que se rebelan contra todo”. En esa situación, desde arriba optaron por reforzar la posición de Urzúa como líder. Los expertos de la NASA habían insistido mucho en que en situaciones de asilamiento prolongado, la existencia de un líder es vital.

Urzúa estudió topografía y llevaba sólo dos meses trabajando en mina San José, pero 31 años como minero. Fue el primero en establecer contacto con el exterior cuando el presidente se les puso al habla. Walter Carrizo trabajó con él desde 1981 hasta 1990 en la que antes era la mina Agustina y ahora se llama Carolina. “Le gustaba mucho la pelota y era buen futbolista. Y, como a todos los mineros, le gustaba carretear (salir de farra). Un asaíto, unos traguitos de vez en cuando… En aquella época no era jefe de turno, simplemente topógrafo. Pero ya tenía carácter de líder, aunque no fuera jefe siempre había gente alrededor de él. Además de que había estudiado, tenía mucha experiencia. El cerro enseña mucho”.

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