miércoles, 29 de septiembre de 2010

OPINION.....Desproporción electoral en Venezuela

EDITORIAL DE LA NACION DE COSTA RICA

El revés sufrido por el presidente Hugo Chávez en las elecciones parlamentarias del domingo es, paradójicamente, prueba irrefutable de sus maquinaciones antidemocráticas. Los comicios transcurrieron sin incidentes y con participación masiva. Pese a las suspicacias suscitadas por la demora en el anuncio de los resultados, el conteo final parece legítimo, pero la reforma electoral introducida en vísperas de los comicios produjo un resultado disonante.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció con relativa prontitud la adjudicación de escaños, pero mantuvo un prolongado silencio sobre el número de votos obtenidos por las fuerzas políticas participantes. La brecha entre el mandato de las urnas y la adjudicación de los escaños podría explicar el fenómeno.

Según el mandatario, su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) consiguió 5.422.040 votos y la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) obtuvo 5.320.175. Sin embargo, las fuerzas gobiernistas lograron 98 escaños frente a los 65 de la oposición. El Partido Patria para Todos consiguió las dos curules restantes para completar los 165 miembros de la Asamblea Nacional.

La diferencia de 101.865 votos es insignificante e incapaz de justificar el abismo cuantitativo entre las nuevas bancadas parlamentarias. La contradicción habría resaltado más con el anuncio simultáneo del número de votos obtenidos por cada agrupación y la correspondiente cantidad de parlamentarios electos. El contraste brinda definitivo sustento a las advertencias formuladas antes de las elecciones sobre la treta electoral montada por el Congreso en previsión de un resultado adverso en las urnas. Hasta ahora, el parlamento operó bajo dominio absoluto de Chávez y compartió con él la preocupación por el creciente descontento en importantes sectores de la población.

La Ley de Procedimientos Electorales, aprobada con premura en vísperas de las elecciones, eliminó la representación proporcional y permitió la redistribución de los distritos electorales para asegurar la victoria oficialista, aunque el PSUV no consiguiera la mayoría de votos. No sorprende, entonces, que la representación del PSUV sea totalmente desproporcionada y tampoco que la oposición obtenga una bancada inferior a su desempeño electoral. La distorsión del resultado quedó fraguada antes de los comicios, y el mandatario logró evadir las consecuencias plenas de la sanción política expresada en las urnas, sin necesidad de atizar el descontento mediante un fraude en el conteo de votos.

La diferencia de 101.865 sufragios es una victoria pírrica para un Gobierno en absoluto ejercicio del poder y siempre dispuesto a poner los recursos del Estado al servicio de sus candidatos. Los resultados anunciados por Chávez apuntan a una clara división del país que no se refleja en la integración de la Asamblea Nacional. La tentación de emplear la injustificada mayoría parlamentaria para imponer la voluntad de un sector al otro será irresistible para el Presidente y sus seguidores, a juzgar por los antecedentes autoritarios de PSUV.

Sin embargo, los gobernantes venezolanos corren el riesgo de profundizar las tensiones en una sociedad ya proclive a la confrontación. La violencia verbal de Chávez y sus destempladas declaraciones después de la jornada electoral tampoco contribuyen a la serenidad y presagian nuevas crispaciones. A contrapelo de las disposiciones constitucionales y legales, Chávez participó en la contienda electoral, transformándola, como es usual, en un referendo sobre su mandato. Hubo un tiempo en que la polarización electoral en torno a su figura rendía dividendos políticos al PSUV. En la actualidad, la táctica solo contribuye a magnificar su declive.

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