lunes, 7 de febrero de 2011

La plaza de la Liberación se pertrecha para una larga resistencia hasta la marcha de Mubarak


G. HIGUERAS/ E. GONZÁLEZ/ N. TESÓN | Enviados especiales en El Cairo
Reacios ante las moderadas propuestas de reforma del Gobierno, los manifestantes de la plaza de la Liberación se preparan para una larga resistencia. No cederán hasta que el presidente Hosni Mubarak se vaya. La afluencia al recinto, centro neurálgico de las masivas protestas contra el régimen, se ha contenido tras dos semanas de manifestaciones, pero entre los que siguen concentrados aumentan quienes deciden acampar, dispuestos a aguantar lo que haga falta hasta la marcha del rais. El presidente se reúne esta mañana con el Gobierno en pleno.

Son varios miles de ciudadanos, la mayoría hombres, que organizan marchas y cánticos, desde primeras horas de la mañana. Sobre todo intentan impedir que los tanques del Ejército abandonen la plaza (algunos incluso duermen entre las ruedas de los vehículos). Entienden que su presencia garantiza que la revuelta pueda continuar y ofrecen cierta protección ante el hostigamiento de los partidarios del Gobierno. El clamor resuena en el centro de El Cairo. "¡Vete! ¡Mubarak, vete!", gritan los manifestantes. Desde EE UU, el presidente Barack Obama ha avisado de que Egipto "ya no volverá a ser lo que era". El país intenta volver a la normalidad, pero sólo lo consigue a duras penas. Los bancos han reabierto pero las escuelas y la bolsa siguen cerrados, según informa la BBC.

El Gobierno, sin embargo, resiste y demuestra que, con Mubarak o sin él, será difícil arrancarle concesiones significativas. El vicepresidente Omar Suleimán se reunió ayer con una delegación de opositores en la que figuraba un representante de los Hermanos Musulmanes. Eso supuso una novedad, ya que el ilegal movimiento islamista fue siempre el espantajo del régimen, la excusa de la dictadura.

Suleimán ofreció ampliar la libertad de prensa, liberar a los presos "de conciencia", establecer una comisión consultiva sobre la reforma de la Constitución y cancelar, en un futuro indeterminado, un estado de excepción que dura desde 1981. Los delegados de la oposición abandonaron la reunión entre dubitativos y decepcionados. Llevaban dos semanas exigiendo la dimisión del presidente y asegurando que no negociarían mientras no se cumpliera esa reivindicación. Su encuentro con Suleimán se desarrolló, sin embargo, bajo un gran retrato del dictador, un punto simbólico a favor del inmovilismo. Ahmed Shafik, el primer ministro, insistió de nuevo en que Mubarak agotaría su mandato y solo dejaría el cargo en septiembre, cuando se eligiera un nuevo presidente.

Sin grandes compromisos

Un análisis de las propuestas de Suleimán indicaba la determinación del régimen, ahora ya sinónimo de Ejército, de regular cuidadosamente los gestos de apertura y de no comprometerse demasiado. Ofreció, por ejemplo, liberar a los centenares de detenidos desde el martes 25, pero a la vez siguió arrestando a activistas y periodistas extranjeros y, sobre todo, a ciudadanos egipcios.

La idea de crear una comisión sobre la reforma constitucional que debería alcanzar conclusiones a principios de marzo resultaba atractiva; sin embargo, no existía garantía alguna de que esas conclusiones fueran a ser aceptadas. ¿Libertad de prensa? La hegemónica televisión pública seguía ofreciendo una cobertura aberrante de la crisis, mostrando imágenes de apoyo a Mubarak y atribuyendo la revuelta a espías y conspiradores extranjeros. Esos mensajes de fomento a la paranoia colectiva calaban en amplias capas de la sociedad. En un comunicado tras la reunión, Suleimán insistió en referirse a "elementos extranjeros que trabajan para minar nuestra estabilidad".

Continúan las protestas en la calle

La reunión de Suleimán con la oposición no convenció ayer a la multitud de la plaza de la Liberación. Arreciaron los gritos contra Mubarak y la voluntad de mantener la protesta (que ayer congregó de nuevo a muchas decenas de miles) hasta lograr sus objetivos, que incluyen la dimisión inmediata de Mubarak. También creció cierta desconfianza frente al Ejército, hasta ahora mimado por la multitud. Los esfuerzos militares por levantar las barricadas que protegían a los manifestantes, por reducir su espacio y por aislarlos del resto de El Cairo, junto a las peticiones de disolución de la protesta lanzadas por el ministro de Defensa y del jefe del Estado Mayor, dejaban pocas dudas sobre hacia dónde se inclinaban los mandos del Ejército.


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