viernes, 14 de enero de 2011

OPINION....Americanos

Guillermo Descalzi:

Definición de americano: nacido en América. Nadie puede dudar de la grandeza de EUA, al menos no quienes lo amamos. La grandeza de nuestro país nos lleva a expresiones muchas veces grandilocuentes. Cuando los estadounidenses nos llamamos americanos -Americans y no United Statesians- estamos, si bien inconscientemente, reclamando título a todo el continente. Al echar título al continente entero permitimos que el continente entero nos eche título a nosotros.

Quizás por eso americanos de otros lados sientan cierto derecho a venir aquí, no lo sé. Quizás esté allí un poquitito, lingüísticamente hablando, la razón de la confusión sobre quién tiene derecho a estar dónde, nosotros en todo el continente o el resto del continente aquí también. Los estadounidenses, como sí nos llamamos a nosotros mismos en español, no hemos sido los primeros ni seremos los últimos en exhibir un grandilocuente concepto de nosotros mismos. Al echarle título a todo el continente complicamos aún más una confusión iniciada por el mismo Colón. El llamó “Indias” a América porque creyó haber llegado a la India, a quizás otra India pero India en fin. Quienes le dieron su nombre final al continente, para hacer la confusión todavía más enredada, fueron dos alemanes, Martin Waldeseemüller y Matthias Ringmann, nombrándolo tras Américo Vespucio, el primero en sugerir que esto no era la India sino más bien un continente “nuevo”.

En 1507 Waldeseemüller produjo un mapa en que estampó “América” sobre lo que hoy es Brasil. Inglaterra, mientras tanto, estaba en una agria disputa con España. Enrique VIII de Inglaterra quería divorciarse de Catalina de Aragón, tía de Carlos V, y Carlos V no podía permitir tal afrenta a su familia. Fue a Roma, capturó al Papa, y lo obligó a negarle el divorcio al rey inglés. Así empezó una lucha entre católicos y protestantes ingleses. La guerra del inglés con el español, antes de convertirse en una disputa entre la cultura anglo y la latina, fue una disputa religiosa entre católicos y protestantes. En 1494 el Papa excluyó al inglés del Nuevo Mundo. En el Tratado de Tordesillas adjudicó el continente, todito, a España y Portugal. A Portugal le dio la mitad de Groenlandia y la puntita este de lo que hoy es Brasil. A España le dio todo el resto y a Inglaterra cero, nada. Eso está escrito sobre papel, en el tratado firmado en Tordesillas, Valladolid, España, el 7 de junio de 1494.

La adjudicación americana del continente entero al nombre de nuestra nacionalidad está más bien en nuestro subconsciente, donde las cosas se enraizan y toman gran fuerza. La lucha de siglos sobre cuál ha de ser la frontera del inglés y el español en el nuevo mundo continúa hoy en el enfrentamiento entre “inmigracionistas” y “anti-inmigracionistas” en Estados Unidos. Los anti-inmigracionistas dicen que no son tal cosa, que lo que son es “anti-ilegales”. La frase con la palabra ilegal deja todo en el terreno de la ley, y es en la ley donde está la lucha. Hay inmigracionistas y anti-inmigracionistas moderados y extremos en el Congreso de EUA. A mi mejor entender el haber derrotado el “Acta de Sueños”, el “Dream Act”, que hubiese abierto una vía a la legalización de menores que llegaron a este país traídos por sus padres, para mí eso fue un extremo.

Más extremista aún es la pretensión de algunos de negarles la ciudadanía a los hijos de indocumentados que hayan nacido aquí. La disputa se decidirá finalmente en términos legales, pero es una disputa enteramente cultural. Jamás soñó nadie con negarles la ciudadanía a hijos de italianos, irlandeses, alemanes, etc., porque es una cuestión cultural. La cultura es más profunda que la ley, y lo que está enraizado en una cultura es más difícil de erradicar que lo que está en leyes escritas en papel.

Los adultos, sea cual fuese nuestra cultura, tenemos todos que sujetarnos a la ley. Sin ley esto es selva. La ley, sin embargo, puede ser muy fría. Hay que ponerle corazón, y en el corazón está el carácter. Walt Whitman escribió en uno de sus ensayos que los latinos le iríamos a dar nuestro carácter a este gran país. Escribiendo desde Camden, Nueva Jersey, el 20 de julio de 1883, en un ensayo titulado “The spanish element in our nationality” (“El elemento hispano en nuestra nacionalidad”), el poeta dijo que “to that composite American identity of the future, Spanish character will suply some of the most needed parts”, que los latinos contribuiríamos con algo de lo más necesario en la identidad americana del futuro.

Así es, y quienes temen la hispanización del país no sólo navegan contra la corriente, sino que son ciegos a la realidad y a sus propias motivaciones. Los anti-inmigracionistas de hoy se oponen a una revisión de nuestra política migratoria porque temen que vaya a proveer una vía a la legalización de millones de hispanos. Les espanta no por la legalidad o ilegalidad de su presencia aquí, sino por lo que temen que nuestra presencia vaya a dejar en el carácter americano. No teman, Walt Whitman ya lo dijo: nuestro carácter aportará algo de lo que más necesita la identidad americana de hoy.

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