jueves, 7 de octubre de 2010
Correa: "No sentí miedo, sino indignación"
"No sentí miedo, sino indignación y tristeza", reconoció ayer el presidente de Ecuador, Rafael Correa, sobre los sentimientos que experimentó el pasado jueves cuando fue agredido en el principal regimiento policial de Quito, y más tarde retenido en un hospital cercano. Fueron más de 12 horas de enfrentamiento que el Gobierno califica sin asomo de dudas como una intentona de golpe de Estado. "No pensé que iba a salir vivo de allí, pensé mucho en mi familia, es lo que más me importa", añadió ayer ante un grupo de periodistas extranjeros en el Palacio de Carondelet, la sede del Gobierno.
Correa insistió en que él acudió al cuartel para dialogar y lo recibieron con gases lacrimógenos. "Esa mañana me dijeron que la policía del Regimiento 1 de Quito se negaba a trabajar en protesta por la Ley de Servicio Público. Entonces me dije: 'Voy para allá a explicar la ley'. Y recién allí nos dimos cuenta de que era una trampa", relata.
La historia es conocida: el presidente entró en el cuartel, allí fue agredido por los policías sublevados y su escolta tuvo que sacarlo, herido y a la fuerza, hasta el hospital aledaño al regimiento. Allí fue retenido más de 10 horas hasta que el Ejército lo rescató. "Tuve que firmar el decreto del estado de excepción por Internet", contó.
"Yo quise salir antes, pero mi escolta me lo impidió. Me dijeron que tenían información de que querían asesinarme. Así que tuvimos que esperar al Ejército... Tal vez soy demasiado ingenuo para este cargo, pero jamás me imaginé la magnitud de lo que me esperaba. No me creo ni héroe ni mártir, hice lo que creí que tenía que hacer en ese momento. Es mi estilo, estoy acá para resolver problemas", explicó el presidente. Lo que no explica el Gobierno es, si la visita de Correa al cuartel fue improvisada, cómo pudieron los policías planificar el magnicidio.
El Ejecutivo reconoció que hubo un gran fallo del servicio secreto, pero también dijo que la Secretaría Nacional de Inteligencia acaba de ponerse en marcha después de que hubo que desmantelar todo el servicio anterior que, según el presidente, obedecía directamente a la Embajada estadounidense.
El ministro de Exteriores, Ricardo Patiño, añadió que, aunque carecían de pruebas, no se descarta la intervención de grupos de ultraderecha de EE UU en la asonada. Recalcó que no se refería al Gobierno de Barack Obama, sino a los grupos radicales que apoyaron el golpe de Estado en Honduras en junio de 2009.
Dentro de Ecuador, el presidente subrayó la amenaza del Grupo Policial Armado, una organización a la que comparó con la Triple A argentina o los escuadrones de la muerte centroamericanos. "Nos midieron a ver hasta dónde aguantábamos y qué apoyos teníamos, como hicieron con Allende meses antes del golpe en Chile. No pueden acabar con nosotros en las urnas, así que intentan acabar conmigo. Es la única forma de acabar con el Socialismo del Siglo XXI", dijo Correa.
La depuración de la policía está en marcha. Ya hay procesos abiertos contra tres jefes del regimiento que se sublevó, y que se incluyen dentro del medio centenar de agentes detenidos en las últimas horas. También fueron arrestados dos miembros -Fidel Araujo y Pablo Guerrero- del Partido Sociedad Patriótica, liderado por el militar ex golpista y ex presidente Lucio Gutiérrez, a quien Correa señala como instigador de la rebelión. "Para nosotros el golpe no ha terminado, tenemos que estar atentos porque hay muchos grupos que intentan atentar contra el proceso de cambio, no solo en Ecuador, sino en toda la región", recalcó.
"No podemos actuar en favor de una minoría que quiere conservar sus privilegios. Si la sociedad está polarizada es porque ante una profunda reforma como la que estamos haciendo siempre hay una gran resistencia. Somos el Gobierno más popular de la historia de Ecuador. Tenemos que seguir adelante con la revolución ciudadana porque una democracia se debe a las grandes mayorías. No hay revolución sin contrarrevolución", concluyó el presidente.
Correa descartó la disolución de la Asamblea Nacional a corto plazo para convocar elecciones, una opción que había manejado hasta el día de la rebelión policial debido a la dificultad con que se topaba en el Parlamento para la aprobación de sus proyectos.
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