jueves, 28 de octubre de 2010

EDITORIAL DE LA PRENSA Nicaragua en el ranking de la corrupción

Nicaragua subió este año tres peldaños en el ranking mundial de la corrupción, según el informe de Transparencia Internacional (TI), pues entre los 178 países investigados pasó del lugar 130 que ocupó el año pasado, al 127 que ocupa actualmente. Pero este ascenso no se debe a que ahora hay menos corrupción que el año pasado sino a que —aunque parezca mentira— hay otros países donde los gobernantes han sido en este lapso más corruptos que los de Nicaragua. De todas maneras, en el último informe de Transparencia Internacional que fue presentado el martes de esta semana en Berlín, Alemania, Nicaragua es clasificado como uno de los países más corruptos en todo el mundo. Lo cual es comprensible, pues bajo el régimen autoritario de Daniel Ortega el país se ha venido hundiendo más en el pantano de la corrupción, que además se practica con mayor descaro.
La corrupción es un problema humano, ciertamente, y por lo tanto es general e internacional. Pero por razones obvias es mayor en los países pobres y atrasados que son gobernados por individuos autoritarios, centralistas y turbios, que se hacen rodear de gente igualmente codiciosa y sin escrúpulos. Según Transparencia Internacional, el flagelo de la corrupción azota a muchos países del mundo. La situación de la corrupción sigue siendo muy complicada, se dijo durante la presentación del informe de Transparencia Internacional, en el cual se reconoce también a aquéllos países que han mejorado últimamente y los que ocupan los primeros lugares en transparencia y honestidad pública y nacional. En este orden, cabe mencionar que Chile, Jamaica, Bután y Macedonia mejoraron su posición en el ranking mundial de corrupción, pero no porque otros países son ahora más corruptos sino porque de manera comprobada están aplicando medidas enérgicas y eficaces contra la corrupción. Y destaca igualmente el informe de TI, que los países menos corruptos y más transparentes siguen siendo los de Europa nórdica, con el honroso acompañamiento de Singapur en Asia y Nueva Zelanda en Oceanía.
En Nicaragua el problema de la corrupción se ha agravado, repetimos, bajo el régimen de Daniel Ortega, por la voracidad de quienes, recién llegados al poder o después de muchos años fuera de él, quieren incrementar sus fortunas y hacerse ricos lo más rápido posible, a expensas del Estado y del erario. Pero también es debido a la falta de transparencia, al monopolio oficialista de la información gubernamental, a las restricciones al acceso a la información pública y a la sordera oficial a las frecuentes denuncias de la corrupción pública a través de los medios de comunicación independientes que van quedando en el país.

Pero también contribuye al agravamiento de la corrupción, la indiferencia o la poca importancia que los ciudadanos le dan a este grave problema moral, político, económico y social. Sólo el 5 por ciento de los nicaragüenses coloca la corrupción en el orden de sus preocupaciones ciudadanas, según la última encuesta de M&R Consultores que LA PRENSA publicó el 12 de octubre corriente. Esto significa que hay un ambiente de tolerancia social a la corrupción, que fortalece la impunidad jurídica y política de los corruptos que se ha institucionalizado en los últimos años.
La gran mayoría de los nicaragüenses no percibe todavía el terrible daño que la corrupción le está causando al país y a ellos mismos en lo personal y familiar. No comprende que los millones de dólares que salen, por ejemplo, de los fondos del INSS, para financiar negocios particulares, son recursos que se le escamotean a los jubilados que necesitan mejores pensiones y a los cotizantes que demandan servicios médicos de mejor calidad. Los relojes de oro y otras costosas joyas que los funcionarios ostentan cínicamente, representan dinero de los contribuyentes utilizado para beneficio de algunas personas muy “afortunadas”. La onerosa e interminable deuda pública causada por la piñata sandinista, que los contribuyentes pagan anualmente con sus impuestos, arrebata recursos que deberían destinarse a construir hospitales, escuelas, carreteras y otras obras públicas de beneficio social.
De manera que es lamentable que la mayoría de nicaragüenses no tenga conciencia de que la corrupción es tan importante o más que el desempleo, la carestía y la delincuencia común. Pero somos optimistas y estamos seguros de que pronto llegará el momento de que la gente comprenda la urgente necesidad de que se realice una revolución de la honradez, como la que propone don Fabio Gadea y la que propugnara el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

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