domingo, 24 de octubre de 2010

“El pueblo tiene que pedirle cuenta a los políticos”


MANAGUA
La Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica está preparando un pronunciamiento sobre la situación nacional, en el que exigirá, entre otros puntos, que se establezcan “condiciones mínimas” para un proceso electoral honesto y transparente en el 2011, reveló el obispo Auxiliar de Managua, Monseñor Silvio Báez Ortega.
Los otros temas nacionales que ocupan un lugar prioritario en la agenda de los obispos son la crisis institucional y la situación de pobreza que vive la mayoría de la población. A continuación, las reflexiones de Monseñor Báez.
Hace unas tres semanas se reunió la Conferencia Episcopal, había mucha expectativa sobre sus deliberaciones pero no se conoció posteriormente algún pronunciamiento. ¿cuáles son los temas principales que están en la agenda de los Obispos?
En este momento uno de los aspectos importantes de la vida nacional que la conferencia episcopal está afrontando es el inicio del trienio de celebración de los cien años de Nicaragua como provincia eclesiástica. No obstante esta preocupación, evidentemente la problemática de la realidad nacional ocupa un lugar importante. En la reunión pasada de Estelí no se abordó directamente el tema, pero se eligió una comisión para que preparara un documento, que esperamos salga en la próxima reunión, que es la reunión anual de la Conferencia Episcopal a mitad de noviembre, en San Marcos.
¿Cuál es el tema central? Alguna gente pone el énfasis en la crisis institucional del país; a la mayoría le preocupa la situación de pobreza, los problemas económicos; otros están más afectados por la problemática de la delincuencia. En ese gran termómetro que tienen ustedes como obispos y los sacerdotes, ¿qué les dice el pulso del país?
El documento está en preparación pero probablemente los puntos que va a afrontar son: en primer lugar; reafirmar lo que ya dijimos en el mensaje del 23 de abril de este año, dos veces usamos la expresión –“nos preocupa”-. Nos preocupa la crisis institucional que vive el país, las constantes violaciones a la Constitución Política, y damos la razón: una democracia sin valores es fácilmente transformada en un totalitarismo encubierto o visible.
Creemos que sólo en un estado de derecho auténtico puede haber una democracia capaz de garantizar gobernabilidad, desarrollo económico y convivencia pacífica. Creo que volveremos a insistir sobre esto porque a lo largo de estos meses el problema se ha agravado.
El otro problema que nos preocupa, porque es el que escuchamos directamente de la gente, es la situación de pobreza en que vive el país. La gente sufre a causa de la falta de trabajo, la inestabilidad laboral y la falta de empleo, la dificultad para llegar a fin de mes con el poco dinero que se tiene, y la dificultad para poder hacerle frente a la economía de la familia. Hay una gran pobreza en el país y este es el eco que nos llega de la gente.
Y un tercer punto que seguramente tendremos que afrontar es el próximo año electoral, como exigencia pastoral, como pastores orientar a la comunidad cristiana y a las personas de buena voluntad delante de un acontecimiento político importante en la vida del país.
Problema no es político sino ético y moral
Sobre la crisis institucional, hay gente que dice: bueno, el país marcha, y aunque sea por la vía de hecho ahí están funcionando esos poderes del estado; otros dicen se está violando la ley y la Constitución. ¿Cuál es la responsabilidad que ustedes le atribuyen al gobierno y a los partidos de oposición para resolver esa situación?
En cuanto a la crisis institucional creemos que estamos cayendo en una situación muy grave que es la de acostumbrarnos, porque un atropello a la Constitución, una violación de la ley caduca la que se hizo anteriormente y nos vamos acostumbrando, y se ha creado un caos institucional gravísimo.
Nosotros no nos vamos a cansar de denunciar esto como sumamente grave, porque donde no hay un estado de derecho no hay las condiciones mínimas para una convivencia pacífica, para una gobernabilidad democrática, un sano pluralismo, y no se garantiza ni la mínima condición para la inversión extranjera y para el desarrollo económico nacional; por lo tanto, desde el punto de vista pastoral y de la fe, nosotros no nos vamos a resignar y no nos vamos a cansar de denunciar como inmoral todo esto que ha ocurrido en Nicaragua.
¿O sea a ustedes les parece que esto es mas un problema de carácter ético, de valores, que simplemente un asunto de legalidad, de interpretaciones de un artículo de la constitución o de un decreto presidencial?
Yo particularmente he insistido mucho en mis intervenciones públicas que el problema de Nicaragua más que político, es ético, porque lo que vemos ahora en confrontación no son tanto ideologías opuestas, o proyectos políticos, o proyectos de nación contrapuestos, sino que lo que estamos viendo es lucha de grupos defendiendo sus propios intereses, y una ambición de poder desmedida que en el fondo creemos que lo que está detrás es mantener los privilegios económicos y los intereses particulares de cada uno.
Por eso creo yo que el gran problema de Nicaragua es de tipo moral. Yo considero falta de ética una política cuando el poder se vuelve fin y no medio para otra cosa. Desde la óptica cristiana el poder es moral cuando se concibe como servicio a la comunidad, yo lo acabo de decir, - el pueblo tiene que pedirle cuenta a los políticos-, el modo cómo lo haga no le toca a la iglesia establecerlo, pero el pueblo de Nicaragua tiene que pedirle cuenta a estas personas que están en el escenario político porque el pueblo los ha colocado ahí, y están no para servirse de la nación y de la sociedad, sino para servirles a ellos.
Creo que se ha perdido el sentido del servidor público y se ha convertido la política en un medio de vida, en un medio de ganancia, en simplemente un trabajo para defender los propios intereses.
¿Y ustedes se limitan a señalar ese diagnóstico o la Iglesia tiene algún enfoque de cuál es la ruta de salida frente a esta situación?
Nosotros en la carta de abril propusimos como posible salida un diálogo abierto; decíamos ahí que lo que era inaceptable era un arreglo de cúpulas a espaldas del pueblo, conspirar a espaldas de la población, lo que ordinariamente se ha venido haciendo en Nicaragua en los últimos años.

Lo que hemos propuesto es un diálogo abierto de todas las fuerzas vivas del país: el gobierno, los partidos políticos, la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales; todos buscando el bien común, llegar a un nuevo consenso nacional en aras del bien de Nicaragua, deponiendo los intereses particulares.

Evidentemente esta exhortación de la Conferencia Episcopal ha caído en el vacío, pero creemos que es el único modo de poder afrontar esta situación evitando otra posible salida, que no la queremos, ni la quiere nadie, que es un estallido violento, y en esto hay que ser claro que ningún obispo, la Conferencia Episcopal ni la Iglesia quiere la violencia como salida.

Usted decía que los ciudadanos tienen la obligación y la responsabilidad de pedirle cuenta a la clase política, y lo ha dicho también eso en el púlpito; el presidente Ortega hace un par de semanas criticó duramente los “llamados que se hacen desde el púlpito para salir a protestar a las calles”-. ¿Usted se siente aludido por esa reacción de la máxima autoridad política del país?

Yo no me siento aludido en cuanto yo no he llamado a la sublevación, ni a la violencia, ni estamos pensando en ningún tipo de derrocamiento del gobierno. Yo lo que creo es que frente a instituciones gubernamentales viciadas, donde la confiabilidad frente al pueblo es prácticamente ya inexistente, la única salida es que la población se haga sentir, yo no he mencionado ni siquiera la palabra calle, es que hay muchísimas formas de que el pueblo despierte, incluso yo pensaba que la gente empiece a hablar entre ella, que se hable de este tema, que se pierda el temor de hablar y de discutir incluso en la familia, en los barrios, en los puestos de trabajo.

Creo que hay que ir creando esta conciencia de que el problema es de todos, y que no debemos dejárselo solamente a una clase política que, lamentablemente, ha demostrado una gran incapacidad para solucionar el problema de Nicaragua. El proyecto de Dios, y esto es lo que los obispos no nos cansamos también de decir, nuestra visión es pastoral, y nuestra visión es de fe, no ofrecemos soluciones técnicas, la visión de la iglesia se coloca en la purificación de la razón y la educación de las conciencias.

¿Cómo percibe lo que está sintiendo la mayoría de la gente sobre la situación económica? El gobierno aduce que los programas de asistencia social que está desarrollando están brindando resultados y que hay mejorías en algunos de esos sectores.

Lo que muchos obispos han dicho y de lo que yo he podido percibir, mucha gente se queja de la parcialidad del gobierno a la hora de llevar adelante sus proyectos, sus proyectos de tipo social que no podemos negar, pero la pregunta creo yo es si este tipo de proyecto está resultando efectivo para solucionar un problema que es estructural.

Yo creo que ante un problema tan grave como el de la pobreza en Nicaragua, habría que buscar soluciones estructurales de otro tipo, se está cayendo en un paternalismo político, por no decir populismo ideológico donde si al pobre se le da para que pueda subsistir por un tiempo, pero eso en realidad no cambia la situación del país ni soluciona el problema de la pobreza.
Nosotros oímos, de parte de la gente, la queja de la parcialidad del gobierno que a sus adeptos, a los que son del partido, a los que tienen el carné, a los que están en los CPC, son a los que prefieren, mucha gente se nos queja y se lamenta de esto.
Algunos sacerdotes, sin embargo, participan en esas actividades en los municipios, o en actos centrales encabezados, por el cardenal Miguel Obando y Bravo, con lo cual está de alguna forma un sector de la iglesia, justificando esa política del gobierno.
Bueno, es una política que luego cada uno juzga desde su propia conciencia. Nosotros esperamos, como Conferencia Episcopal, hacer un juicio oficial de la iglesia, siendo los responsables directos de la marcha y de la organización de la iglesia en Nicaragua, pero luego cada quien es libre de actuar como mejor le parezca, pues, delante de Dios.

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