jueves, 14 de abril de 2011

Confianza en la Policía va en picada


MANAGUA

La Policía Nacional sigue pagando caro por la politización de sus estructuras, por doblegarse ante decisiones arbitrarias del presidente Daniel Ortega y por apañar los atropellos de sus simpatizantes contra grupos opositores.

En los resultados de la más reciente encuesta de M&R Consultores, los entrevistados otorgaron el 52.9 por ciento de confianza a la Policía y la ubicaron en el séptimo de 16 lugares.

La ubicaron muy cerca de instituciones calificadas tradicionalmente como poco confiables, como el partido de Gobierno, la Fiscalía General de la República (FGR), el Consejo Supremo Electoral (CSE) y la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que también registraron un descenso en los niveles de confianza de los ciudadanos.

En una encuesta similar realizada entre el 27 de noviembre y el 6 de diciembre del 2010, la institución ocupó el tercer lugar de este ranking, con 75.5 por ciento de confianza. Esto refleja que en los últimos cuatro meses descendió cuatro lugares y perdió el 22.6 por ciento de confianza de la población.

Un deterioro similar enfrenta el Ejército de Nicaragua, que también se subordina al gobernante FSLN.

A pesar de que en la encuesta publicada esta semana el Ejército se mantiene en el primer lugar del ranking, con 74.3 por ciento; a finales del año pasado registró el 93 por ciento de confianza. La cifra refleja que la institución castrense perdió en los últimos cuatro meses el 18.7 por ciento de confianza entre la población.

Estas cifras son parte de los resultados de la encuesta que M&R realizó entre el 21 de marzo y el 3 de abril a 1,600 nicaragüenses de ambos sexos. La muestra incluyó a ciudadanos mayores de 16 años de zonas urbanas, rurales y semirrurales de todo el país. El nivel de confianza del estudio es del 95 por ciento y el margen de error de más o menos 2.5 por ciento.

Diversos sectores de la sociedad han denunciado y condenado la politización de las estructuras policiales, así como su sumisión ante los designios del presidente Ortega y su esposa, la primera dama y secretaria de Comunicación, Rosario Murillo.

EL ORTEGUISMO CONTROLA LA POLICÍA

La semana pasada fuentes policiales denunciaron a través de LA PRENSA que “en los últimos meses un grupo de jefes policiales afines al orteguismo ha profundizado el control partidario en la Policía” y “acorralan” a los uniformados que tratan de trabajar con profesionalismo. Incluso les controlan su desempeño dentro de las estructuras del FSLN en sus barrios.

Los oficiales expresaron que su mayor preocupación es que los ascensos al grado inmediato superior o el aspirar a un mejor cargo ahora dependen de un aval político y no del desempeño, como sucedía anteriormente.

Posteriormente, un oficial de alto rango denunció anónimamente que la pareja presidencial designó a Néstor Moncada Lau para dar las órdenes a la jefatura policial desde la Secretaría del Frente Sandinista, que a su vez funciona como casa presidencial y residencia del mandatario y su familia.

El alto oficial considera que Moncada Lau también ha sido impuesto al Ejército de Nicaragua, pues es él quien establece los cambios en ambas instituciones. “No mandan ni (general Julio César) Avilés ni (la primera comisionada Aminta) Granera”, sostuvo el informante la semana pasada.

Moncada Lau, exmiembro de la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE), en el pasado fue vinculado con los asesinatos del periodista Carlos José Guadamuz y del entonces vicepresidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), Jorge Salazar. En 1997 fue condenado por el delito de terrorismo.

La Policía también ha sido fuertemente criticada por permitir que los simpatizantes de Ortega agredan, incluso en su presencia, a ciudadanos críticos de la gestión del mandatario. Además, el pasado 2 de abril fue acusada de reprimir a centenares de opositores que intentaban protestar contra la inconstitucional candidatura de Ortega. Granera se encontraba en el lugar y justificó el actuar de sus agentes como una medida necesaria para evitar que los manifestantes se encontraran con los sandinistas y “corriera la sangre”.

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