lunes, 8 de agosto de 2011

Ticos meten las “manos al fuego” por su nuevo canciller


TOMADO DE LA NACION
SAN JOSÉ/COSTA RICA
Hay alivio en la Casa Amarilla (la sede de la Cancillería de Costa Rica). Los conflictos internos parecen aplacados con el nuevo jefe, Enrique Castillo, diplomático que no es de carrera, pero diplomático al fin. Hasta le aplaudieron el miércoles en el Salón Azul de la Cancillería.

Hay alivio en el Gobierno. Hasta los partidos opositores le dan nota positiva a la decisión de la presidenta Laura Chinchilla de quitar a su exjefe de campaña del máximo puesto de representación internacional del país. Y no ven mal la llegada del embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
Hay alivio en Rohrmoser, barrio de Óscar y Rodrigo Arias. Se va de la Cancillería el hombre al que achacan la “política de apaciguamiento” con Nicaragua, como dijo el excanciller Bruno Stagno, la ficha diplomática del exmandatario.

“Esto se esperaba. Don Enrique tiene capacidad, honestidad y talante para temas importantes”, dijo Stagno a Radio Reloj tras el anuncio del cambio.

Se puede prever entonces el alivio también del exmandatario, siempre atento a los asuntos internacionales, y en su hermano Rodrigo, aspirante presidencial del 2014 que incluye a Castillo en la lista de los amigos personales. También compartieron como socios del bufete Facio & Cañas.



Ya no está Castro. Dejó atrás la Casa Amarilla (por el color del que está pintado el edificio sede le la Cancillería de Costa Rica) y se pasó al Ministerio de Ambiente, sin saber aún cómo resolverá en la Procuraduría de la Ética la denuncia interpuesta por funcionarios molestos por el nombramiento polémico de 27 liberacionistas en plazas diplomáticas.


SU CARTA DE PRESENTACIÓN



Había un incendio, pero Castillo llega con extinguidor en mano, con su currículo lleno de academia (un doctorado en Derecho Penal y una maestría en Sociología), de experiencia política (exembajador en París, director interno en Cancillería, exministro de Justicia y representante ante la OEA) y de idiomas (inglés, francés y alemán).



Sabe que deberá corregir los nombramientos, pero advirtió que su estilo es paulatino. Otros que lo conocen le dicen analítico.



“No es mi estilo llegar a un cargo como entra un elefante en una cristalería”, dijo Castillo, escritor y autodefinido como buen orador.



En esto, casi un antónimo de Castro, dueño de visiones “ingenieriles”, como suele repetir él mismo.



La oratoria de Castillo se comprobó durante las sesiones ardientes en la sede de la OEA, en Washington, cuando combinó fuerza y formas para defender la posición tica sobre el conflicto de isla Calero (que en realidad es Harbour Head de Nicaragua, en la desembocadura del río San Juan, según los tratados internacionales).



Eso es quizá lo que el propio René Castro llamó “un canciller clásico” durante una entrevista en la que dijo creer que a Castillo le irá mejor que a él.



En parte, porque al haber sido jefe de campaña en el proceso del 2010 acumuló “enemigos” de otros partidos. “Eso es bien complicado”, reconoció.



Todavía el jueves, Castro intentaba capearse las críticas de diputados opositores. Le achacan ser “permisivo” con Nicaragua al asegurar hace un año que había recibido garantías de que Managua dragaría el río San Juan sin efectos para el territorio tico.



Es lo mismo por lo que Stagno lo criticó sin disimulos en dos escritos en el diario La República.

SE PLANTARÁ

Castillo, en cambio, llega anunciando “línea firme” ante el gobierno de Daniel Ortega, coherente con los discursos pronunciados en Washington en noviembre.

El litigio con Nicaragua será inevitable en la gestión de Castillo dentro de un gobierno con poca ambición en lo internacional.

El plan de gobierno dedicó tres páginas a la política exterior y Castro consideró que el lío con Managua (por el dragado del San Juan iniciado a finales del año pasado) “desarticuló cualquier planeamiento”.

Por eso se prevé el retorno a las líneas generales que Costa Rica intenta proyectar desde décadas atrás: derechos humanos, paz, desarme, democracia y, últimamente, cambio climático.

“Veo una reorientación de prioridades, porque don René dio más énfasis a temas adicionales como lo comercial, asuntos ambientales de avanzada y hasta la industria aeroespacial”, dijo el vicecanciller Carlos Roverssi, quien ejercerá de ministro durante este mes. Castillo asumirá el cargo el 5 de septiembre.

Roverssi, quien logró distanciarse de los apuros de Castro en los últimos meses, también alabó el estilo conciliador de Castillo, un hombre mayor al “jefe exigente”, como se autodefinió Castro.

“Es un hombre que abre muchas puertas y espacios de diálogo con muchos sectores”, agregó Roverssi, quien admitió que entre esos “sectores” están los Arias, con quienes este gobierno ha tenido una relación difícil.

GUARDA SILENCIO

El excanciller Castro, por su lado, evitó siquiera responder una pregunta sobre posibles repercusiones de los Arias en el gobierno de Laura Chinchilla.

Castro sigue en el gabinete, pero como jerarca de Ambiente, una posición que debió ser la suya desde mayo del 2010, según el exembajador, y exministro liberacionista, Fernando Berrocal.

“Lo mejor era que don Enrique arrancara como canciller en este Gobierno. Llega la persona correcta en el momento correcto. Aparte de sus estudios y trayectoria, es un humanista con alta sensibilidad”.

Y así van opinando muchos. “Creo que él tiene importantes condiciones para desempeñarse en el cargo y restituirle a la Cancillería el papel que debe tener en este país sin ejército”, dijo el presidente del Congreso, Juan Carlos Mendoza.

También el diputado del PAC, Claudio Monge, crítico frecuente de la gestión de Castro, consideró positivo el cambio. “Es un avance. El señor Castillo es experimentado y estudioso de la diplomacia. Esto es meter a la cancha a un profesional y sacar a un jugador de canchas abiertas”.

Más cortés es el presidente de la Asociación de Diplomáticos, Javier Sancho: “Lo recibimos con mucho afecto. Él tiene nuestro respeto y es un hombre más de esta casa”.

Definitivamente, hay alivio en la Casa Amarilla.

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