viernes, 20 de mayo de 2011

OPINION.....La silla vacía en Washington


Andrés Oppenheimer: opinionSPAMFILTER@laprensa.hn

La anunciada salida del jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, Arturo Valenzuela, ha dado lugar a un debate en Washington acerca de quién debería reemplazarlo, y si debería haber un cambio en las políticas de Estados Unidos hacia América Latina.

Valenzuela, un profesor de la Universidad de Georgetown nacido en Chile que fue confirmado en su cargo en noviembre del 2009 tras una larga lucha por su ratificación en el Senado, ha anunciado que dejará su cargo en pocas semanas para regresar a la vida académica. El funcionario había sido blanco de duras críticas de los republicanos en el Congreso.

Su súbita partida ha desencadenado un debate acerca de si debe ser reemplazado por un diplomático de carrera, que tendría más experiencia y mejores posibilidades de ser confirmado por el Senado, o por otro designado político, como Valenzuela, que tendría la ventaja de estar más cerca de la Secretaria de Estado y de la Casa Blanca.

Entre los diplomáticos de carrera, fuentes legislativas y diplomáticas me dicen que los nombres que más circulan como posibles sucesores de Valenzuela son los embajadores William Brownfield y Anne W. Patterson.

Brownfield es el jefe de la Oficina Internacional de Narcóticos del Departamento de Estado, y fue embajador en Colombia, Venezuela y Chile. Patterson fue embajadora en Pakistán, embajadora interina ante las Naciones Unidas, y también fue embajadora en Colombia y El Salvador, además de ser la vice-encargada de asuntos latinoamericanos a mediados de la década de 1990.

Pero el problema es que Brownfield fue nombrado hace apenas cuatro meses en su cargo actual en la Oficina Internacional de Narcóticos, que tiene el mismo rango que el puesto de Valenzuela en la burocracia del Departamento de Estado. Sacarlo de allí en este momento enviaría un mensaje equivocado a la burocracia antidrogas de Estados Unidos, me dicen algunos de sus colegas.

Y la embajadora Patterson está actualmente entre los funcionarios más importantes a cargo de las relaciones de Estados Unidos con Egipto, y probablemente sea designada embajadora en Egipto, una prioridad de la política exterior estadounidense en estos momentos.

No será fácil sacar a ninguno de los dos de sus cargos actuales, me aseguran fuentes diplomáticas.

Otros funcionarios de carrera que se mencionan son la embajadora en Tailandia, Christy Kenney, que ha sido embajadora en Ecuador y también estuvo destacada en Argentina y en Jamaica, y que además es la esposa de Brownfield; Roberta S. Jacobson, la actual vice-encargada de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, y que fue directora de asuntos mexicanos, ocupó un alto cargo en la embajada estadounidense en Perú, y fue coordinadora de asuntos cubanos; y el actual embajador en Colombia, Michael McKinley.

Entre los posibles designados políticos, que no pertenecen a la burocracia del Departamento de Estado, hay menos candidatos. Dos de los principales candidatos para el puesto, el ex asesor de asuntos latinoamericanos de la Casa Blanca Nelson Cunningham, y el actual subsecretario de Comercio de Estados Unidos, Francisco Sánchez, les han dicho a varios amigos que no están interesados en el cargo.
Los partidarios de la idea de designar a un funcionario político —no de carrera— argumentan que algunos de los temas más críticos de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica —como los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá, que aun no han sido ratificados por el Congreso estadounidense— requieren la designación de alguien con buenas conexiones políticas en Washington, mas que con gran conocimiento de la región.

Pero los partidarios de nombrar un funcionario de carrera dicen que el gobierno de Obama debería evitar otra larga lucha política con el Congreso, como la que debió enfrentar para lograr la confirmación en el cargo de Valenzuela hace dos años. Ahora que los republicanos han incrementado su representación en el Congreso, senadores republicanos de línea dura, como Jim DeMint, de Carolina del Sur, y Marco Rubio, de Florida, se sentirán aun más envalentonados para trabar la nominación de un demócrata de centro-izquierda para ese puesto, dicen fuentes bien situadas de ambos partidos.

Mi opinión: si no hay sorpresas, lo más probable que Valenzuela sea reemplazado por un funcionario de carrera del Departamento de Estado —hoy por hoy el que más suena es Brownfield— entre otras cosas porque el gobierno de Obama necesitará que el funcionario que ocupe la silla de Valenzuela sea confirmado por el Senado lo más pronto posible, para poder iniciar los preparativos para la Cumbre de las Américas que se celebrará en Cartagena, Colombia, en abril del 2012.

¿Cambiará algo la designación de un nuevo jefe de asuntos latinoamericanos en la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica? Lo ideal sería que sí. En una próxima columna les diré por qué.

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