La venganza es un plato que se sirve frío. El fútbol inglés se frota las manos al ver cómo los miembros de la cúpula de la FIFA han empezado a acuchillarse entre sí intentando eludir las acusaciones de corrupción sobre la elección de Catar como sede del Mundial de 2022. Inglaterra se frota las manos porque se quedó de piedra cuando, aquel mismo día, la FIFA escogió a Rusia para organizar el de 2018, que consideraba ganado de antemano.
La crisis de la FIFA es noticia de primera página en todos los medios, incluidos algunos tan lejanos al fútbol como Financial Times. No es extraño: la FIFA ingresó en 2010 más de 2.800 millones de euros y obtuvo unos beneficios de 440.
Las acusaciones de corrupción provocaron el domingo la suspensión de dos miembros del comité ejecutivo. Uno es el vicepresidente Jack Warner, de Trinidad y Tobago, presidente desde 1990 de la Concacaf (el organismo que rige el fútbol de América Central, del Norte y el Caribe), del que se cree que ha recibido dinero directa o indirectamente por su voto y que fue acusado hace semanas por el expresidente de la federación y la candidatura inglesa, David Triesman, de insinuar en su momento que podría apoyar a Inglaterra a cambio de dinero para el fútbol de su país. Triesman no hizo entonces públicas sus sospechas para no perjudicar las posibilidades inglesas. El otro es el catarí Mohammed bin Hamman, ya que se piensa que Catar pagó miles de euros para comprar votos.
Precisamente, Hamman renunció el domingo a presentarse como candidato contra el suizo Joseph Blatter, que preside la FIFA desde 1998 y mañana espera ser reelegido por cuarta vez. La elección sigue en pie a pesar de la crisis y Blatter, que logró no ser suspendido a pesar de conocer las acusaciones de soborno, no tiene, de momento, ninguna oposición en las urnas.
El domingo también fue suspendido el secretario general de la FIFA, el francés Jerome Valcke, que se convirtió ayer en el hombre del día después de que el caribeño Jack Warner hiciera públicos fragmentos de un correo electrónico que le envió y en el que parece acusar a Catar de haber comprado el Mundial de 2022. El texto, sin embargo, se puede interpretar lo mismo como una denuncia de soborno que como un reproche al dinero gastado por Catar para la elección.
El correo de Valcke a Warner, dice: "En cuanto a MBH , nunca he entendido por qué se ha presentado [como candidato a presidir la FIFA]. Si de verdad creyó que tenía alguna posibilidad o simplemente era una manera de expresar lo mucho que ahora le desagrada JSB
. O creyó que se puede comprar la FIFA como compró la Copa del Mundo".
Hamman amenazó ayer con llevar a Valcke a los tribunales, pero pareció dar marcha atrás después de que el francés publicara una declaración afirmando que sus palabras "se han sacado de contexto" y que la candidatura de Catar "ha sido arrastrada al fango sin que haya absolutamente ningún motivo".
Blatter prefirió echar balones fuera. "El fútbol y la FIFA no están en crisis. Solo atraviesan dificultades y estas deben resolverse en casa", declaró en una conferencia de prensa en Zúrich.
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