martes, 31 de agosto de 2010

Maliki: "El Irak de hoy es soberano e independiente"


El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, aterrizó ayer en Bagdad -por sexta vez desde que asumió el cargo en enero de 2009- para asistir a una ceremonia en la que se certificará el repliegue de los 50.000 uniformados estadounidenses a sus bases en Irak y el punto final a sus operaciones de combate tras siete años y medios de contienda, siempre que las Fuerzas Armadas iraquíes demuestren que pueden asumir el cometido de garantizar la estabilidad. A pesar de que la guerra en Irak ni ha terminado ni se ha ganado, los soldados comenzarán una nueva misión, llamada Nuevo Amanecer y que se prolongará durante 16 meses: entrenar y asesorar a un Ejército iraquí todavía maltrecho e inexperto. La retirada total de Irak se producirá, si Barak Obama cumple su promesa, el 31 de diciembre de 2011.Sin embargo, no es la ceremonia el capítulo más importante de la misión de Biden. El vicepresidente acometerá hoy otra tarea peliaguda: presionar a los dirigentes políticos locales para que aceleren la formación del Gobierno en una coyuntura trascendental para el país. Irak es, a día de hoy, un país sumido en el caos político seis meses después de las elecciones generales del 7 de marzo.

Visita a Fort Bliss

Sus líderes, abrazados a la corrupción y al sectarismo religioso o étnico, son incapaces de pactar la formación de un Gobierno, a pesar de la tremenda insistencia de EE UU. Solo el Ejército y la policía son omnipresentes, pero la exagerada incompetencia de una Administración fantasma, tras el desmantelamiento del régimen de Sadam Husein en 2003 y de que sus funcionarios emigraran a los países árabes vecinos, han abocado a los más de 30 millones de iraquíes a la desesperación. Los insurgentes -los grupos afines a Al Qaeda- aguardan su momento precisamente cuando hoy concluyen formalmente las operaciones de combate de EE UU.

La única certeza es que el primer ministro será un político chií, aunque se desconoce cuándo será investido -los plazos fijados por la Constitución para formar el Ejecutivo vencieron hace ya tres meses y se tenían que haber convocado ya nuevos comicios-. En estado de máxima alerta por el temor a la enésima oleada de ataques de la insurgencia, el jefe del Gobierno en funciones, Nuri al Maliki, se esfuerza por aferrarse al cargo. Lo tiene muy complicado, aunque más difícil resulta para otros aspirantes. En especial para Iyad Alaui, cuyo partido, Iraquiya, resultó vencedor en los comicios con 91 de los 325 diputados de la Cámara. El partido de Al Maliki logró 89, pero afronta obstáculos de envergadura para convencer a quienes fueron sus socios en las urnas en 2005: el Consejo Supremo Islámico Iraquí, obediente a Teherán, y la Corriente Sadrista, el grupo encabezado por el clérigo radical Múqtada al Sáder, quien no perdona los ataques del Ejército iraquí contra sus milicianos en 2008 y considera que Al Maliki es un agente de Washington.

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