Querida Nicaragua: Nuestro pueblo no se ha podido liberar de los caudillajes. Tenemos en todos los partidos la aberración del cacicazgo, del caudillismo. No hay alternabilidad en la dirigencia de los mismos.
No es nada nuevo, nos viene del pasado. El general José Santos Zelaya en 1893 se hizo dueño del partido liberal. Era el caudillo, el cacique y hacía lo que quería, inclusive reelegirse las veces que quiso hasta terminar enfrentado con los EE. UU., renunciar e ir a dar al exilio. Terminó el caudillaje de Zelaya.
El Partido Conservador tenía como cacique al general Emiliano Chamorro.
Durante el mando de los conservadores se sucedieron en el poder don Adolfo Díaz, impuesto por los yanquis que eran los que mandaban pues tenían intervenido el país, le siguió en 1917 el general Emiliano Chamorro, ahora dueño de las armas y del poder civil. Para no perder la tradición conservadora de la alternabilidad en el poder, promovió para 1920 la candidatura de su tío Diego Manuel Chamorro. Este murió a los dos años y tomó el poder su vicepresidente don Bartolomé Martínez, un conservador segoviano que venía con ideas de unidad. Este promovió para presidente a don Carlos José Solórzano y como vicepresidente a un liberal, Roberto Sacasa.
Esa nominación no le gustó al caudillo Emiliano y en 1925 dio un golpe de estado conocido como el Lomazo, al presidente Solórzano. El cacique del conservatismo dando un golpe de estado. Ahí comenzó la revolución constitucionalista de los liberales jefeados por José María Moncada, que proclamaba como presidente legítimo a Sacasa, quien desde la Costa instigaba el movimiento revolucionario.
Moncada se hizo presidente con el apoyo norteamericano y Sandino se fue a la montaña.
Un nuevo caudillo esperaba al partido liberal. El general Anastasio Somoza García dirigió el asesinato de Sandino y desde entonces se hizo dueño del partido liberal. Somoza García era el cacique, el caudillo. Lo fue desde 1934 hasta 1956 cuando fue asesinado por Rigoberto López Pérez.
Pero el caudillismo siguió. Sus hijos Luis y Anastasio continuaron manejando a su antojo el partido liberal.
En el 79 el último Somoza fue derrocado por el FSLN y Daniel Ortega creó un nuevo caudillismo de izquierda, un caciquismo comunista que hizo desastres en los años ochenta.
En el noventa surgió un nuevo caudillo, otro que se hizo dueño del partido liberal, el doctor Arnoldo Alemán, quien todavía maneja el partido como un feudo personal. Al margen de todo esto, surge otro caudillo disidente de los liberales. El doctor Virgilio Godoy se hace dueño del Partido liberal Independiente (PLI). Todavía hoy es el caudillo, el cacique del PLI y no hay manera de que deposite el mando en otro liberal independiente.
Hoy tenemos pues tres caudillos: Daniel Ortega en el FSLN, Arnoldo Alemán en el PLC y Virgilio Godoy en el PLI. Ni Ortega ni Alemán ni Godoy han permitido que surja en su partido un nuevo liderazgo. Ellos tienen el monopolio del poder dentro de sus partidos, son figuras intocables. El Partido Conservador, muerto Emiliano, no ha podido consolidar un nuevo liderazgo.
Es preciso que entendamos que los partidos no tienen dueño, que son grupos donde se debe ejercer la democracia en su forma más perfecta y que todos los miembros de un partido tienen el mismo derecho a elegir y ser electos en cualquier cargo importante. No deberíamos permitir que nadie más se vuelva a ser el dueño de ningún partido.
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