domingo, 17 de julio de 2011

“Orteguismo supera al somocismo”, afirma Henry Ruiz


Treinta y dos años después del derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza y de que una insurrección popular abriera las puertas del poder al Frente Sandinista (FSLN), esta organización política es comparada —por algunos exguerrilleros— con el régimen somocista que sustituyó el 19 de julio de 1979.

Dos legendarios comandantes del Frente Sandinista consideran que este partido transmutó en lo que hoy se conoce como orteguismo y cada vez se parece más al somocismo que ayudó a derrotar hace más de tres décadas.

A Henry Ruiz, uno de los nueve comandantes de la revolución, conocido como “Modesto”, le cuesta hablar de los viejos y nuevos tiempos que vivió y vive el sandinismo, porque duda que las nostalgias ayuden a que el FSLN de hoy se reconvierta.

Ahora ve al FSLN como una figura política que apela a la mística revolucionaria para construir un imperio económico, que es controlado por una familia, la del presidente Daniel Ortega Saavedra.

Sin embargo, considera que si más voces critican el proceso viciado en que ha caído el FSLN, más esperanzas hay de un cambio en ese partido.
La lucha sigue
Para el comandante de la revolución Henry Ruiz, el 19 de julio del 2011 abre nuevos retos para los nicaragüenses. “Más que celebrar el 19 de julio, lo que hay son razones por las cuales seguir en la lucha. Razones políticas, de doctrina, sociales, de libertad y soberanía. La lucha sigue. Una revolución no se tiene por qué frustrar, porque unos traidores la usurpen”, opinó.

“La gran diferencia es que los primeros diez años hubo un intento sincero de cambiar la realidad política, social y económica del país. Este proceso surge en medio de una contradicción ocurrida en el mundo, que es el surgimiento del neoliberalismo, encabezado por el presidente estadounidense Ronald Reagan. Todo esto provocó una confrontación, cuya historia ya conocemos”, explica.

“La derrota (del FSLN) en las elecciones de 1990 no es una derrota que significara el fin de los sueños, sino que más bien se confirmó con esa derrota que el país y el pueblo estaban en condiciones de ir a una contienda democrática. Esa es una herencia de lo que tuvimos en ese proceso revolucionario”, relata Ruiz.

ES ANTÍTESIS DE LA HISTORIA

La derrota electoral de 1990 suscitó en el Frente Sandinista el inicio del declive de la ideología sandinista y la irrupción del orteguismo como la corriente dominante. Valores y referencias de la ideología sandinista fueron convertidos para hacerlos más acordes a las ambiciones del orteguismo.

“Después de la derrota, los referentes políticos y morales en el partido sandinista ya no tienen que ver nada con esa idea que nosotros llamamos Revolución Popular Sandinista. Ahora lo que tenemos es un proyecto personal, de una familia, cuyas ambiciones menoscaban el dolor de los sandinistas vivos que están mal, que se sienten desamparados, que se sienten traicionados”, comenta.

“Lo más terrible, para los que estuvimos en ese proceso revolucionario, es que en vez de hacer una síntesis histórica, es más bien una antítesis de la historia, porque es una regresión, en otra forma, en otros estilos, al somocismo. No podemos hacer una comparación sobre que Ortega es igual a Somoza, porque incluso, a veces el orteguismo supera al somocismo”, afirma el exmiembro de la Dirección Nacional del FSLN de la década de 1980.

Ruiz sustenta su tesis en acciones que hace hoy el FSLN y que terminan indignando a muchos ciudadanos, como la manipulación de los estudiantes de primaria y secundaria para que hagan propaganda a favor de la inconstitucional candidatura del presidente Ortega.

La semana pasada, durante la celebración del Día de la Bandera, el FSLN hizo marchar a estudiantes con pancartas en que se leía “Ortega presidente”. Según historiadores y periodistas veteranos, el somocismo nunca se atrevió a hacer una manipulación tan burda como esa.

“Todas las señales indican, para aquellos que vivimos en el somocismo y que estamos ahora en el orteguismo, que hay acciones y hechos mucho más agresivos en el orteguismo que en el somocismo. Por ejemplo, el reclamo que hace la Iglesia católica por el abuso (en el discurso y la propaganda orteguista) de los símbolos propios del catolicismo y el cristianismo. La intención es clara y es que aquella idea redentora que tuvo la Revolución Popular Sandinista se convierta en un símbolo mesiánico, en la cabeza de Daniel Ortega”, explica Ruiz.

LA DESNATURALIZACIÓN

Hugo Torres, excomandante guerrillero del FSLN y general en retiro del Ejército, opina que entre el Frente Sandinista que bajó de las montañas en 1979, para tomar las riendas del país, y el que controla hoy Daniel Ortega, hay diferencias de valores y compromisos porque hoy prevalecen en ese partido las ambiciones e intereses personales.

“El Frente Sandinista estaba conformado por mujeres y hombres que estaban dispuestos a pasar cárcel, tortura y hasta perder la vida en la lucha por la libertad del pueblo de Nicaragua. No importaba el riesgo con tal de vencer a la tiranía sangrienta de los Somoza”, dice.

“Lo que ocurrió después, en los años ochenta, es otra historia. Se enredó la cosa, no fuimos capaces de hacer la lectura apropiada de las contradicciones de la sociedad nicaragüense, y junto a factores externos, como la intervención del presidente Reagan, dieron al traste con la economía, arruinaron al país y dio como resultado la pérdida del poder revolucionario en las elecciones de 1990”, recuerda Torres.

“Después de 1990, Daniel Ortega comenzó un trabajo sistemático por adueñarse del Frente Sandinista. No permitió el ejercicio de la vida democrática interna, ni la existencia de corrientes de opinión, todo un esfuerzo por coartar los derechos de la militancia a discutir sobre los problemas más sentidos del partido y el país. Este proceso fue dando como resultado que muchos dirigentes connotados e importantes, así como militantes de base, fueran saliendo poco a poco, perdiendo el Frente Sandinista muchos cuadros calificados ”, añade.

Según el general en retiro, el FSLN ha caído en un proceso de “desnaturalización” y “privatización”, a favor del presidente Ortega y su familia.

Es el mismo esquema con que el presidente Ortega ha ido tomando el control de las instituciones claves del Estado, buscando cómo blindar política y legalmente su plan de reelección, prohibido por la Constitución, comenta Torres.

“También hubo un proceso de enriquecimiento acelerado de la cúpula, empezando por Daniel Ortega y su familia. Este enriquecimiento se ha visto acrecentado en los últimos cinco años, por la privatización que han hecho del acuerdo petrolero con Venezuela, que representa 500 millones de dólares al año. Esto ha convertido a la familia Ortega y sus allegados en la nueva oligarquía financiera del país”, puntualiza.

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