martes, 5 de octubre de 2010

Marina Silva, clave para el futuro de Brasil


El resultado de la primera vuelta de las elecciones brasileñas deja el fiel de la balanza en manos de Marina Silva (de 52 años), la candidata ecologista que, contra todos los pronósticos, alcanzó un porcentaje sorprendente de votos, el 19,3%. Silva, la única realmente alegre el domingo por la noche en las sedes de los partidos, agradeció el apoyo, pero no desveló a quién piensa respaldar el próximo 31 de octubre. Lo único claro es que tanto Dilma Rousseff, la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) y de Lula da Silva, con un meritorio 46,9%, como el socialdemócrata José Serra, que se quedó en un 32,6%, tendrán que negociar el programa ambientalista y la política de desarrollo sostenible de la Amazonia que defiende Silva.
La candidata del Partido Verde cree que "Brasil se ha dado la ocasión de pensárselo dos veces" y que eso es bueno. Alegre, fría y elegante, como durante toda la campaña, Marina Silva anunció que convocará una sesión plenaria con los grupos sociales que la apoyan para definir estrategias. La duda que se plantea es si el voto del PT que, según las encuestas, terminó yéndose a Silva, volverá ahora en bloque a Dilma o no. Y qué puede ofrecerle José Serra para que Silva olvide su antigua y estrecha relación con el propio Lula.

Rousseff, por su parte, tiene por delante cuatro semanas de importantes decisiones. Ella también convocó ayer una reunión con los gobernadores y senadores de su partido, así como con los dirigentes del PT. Lula, el presidente que la lanzó a la carrera presidencial y que la ha defendido contra viento y marea, también estuvo presente.

Las primeras palabras de Dilma al reconocer que no había logrado evitar la segunda vuelta fueron sugerentes. La candidata no parecía muy animada pero repitió varias veces que ahora era el momento de presentar sus propias ideas -"mi" proyecto contra la miseria, "mis" planes para el crecimiento económico del país, inisistió-. Todos los analistas mantienen que, efectivamente, Rousseff necesita salir en esta segunda ronda del paraguas de Lula, exponerse mucho más y dar la pelea cara a cara con Serra (habrá otros dos debates televisados) poniendo sus recursos y su personalidad en juego.

Lo más importante del resultado es, por otra parte, la sensación de enorme vitalidad democrática que ha proporcionado Brasil. No solo porque 134 millones de personas (el 80% del censo) acudieran a las urnas, sino porque lo hicieron en un ambiente de fiesta, sin violencia, abarrotando bares y cafés. Y, sobre todo, porque al frustrar el sueño de Lula de imponer a su candidata en primera vuelta y obligar a Dilma a disputar una segunda, en la que tendrá que explicar mejor sus propuestas, ha demostrado también que es una sociedad que no da un cheque en blanco a nadie, ni tan siquiera al presidente que más quiere y admira de su historia.

Varios factores, según los analistas, han contribuido a aguar el sueño de Lula. Muchos de los votos que emigraron de la candidata oficial hacia Silva fueron votos de protesta por los escándalos de corrupción en la Casa Civil, que Dilma Rousseff presidió, y por los ataques de su tutor Lula contra los medios de comunicación, a los que llegó a calificar de "golpistas".

En el Partido de los Trabajadores, que ha reconocido con humildad los errores de la campaña, apuntan la importancia que ha tenido en la pérdida de votos la postura de la Iglesia católica y de las iglesias evangélicas a favor de Marina Silva, fervorosa evangélica, mientras que Dilma Rousseff quedaba identificada con posiciones a favor de la despenalización del aborto (aunque lo desmintió en los últimos días).

Los resultados de las elecciones desmintieron también la tesis de los sondeos, según los cuales la oposición socialdemócrata, presidida por Serra, iba a acabar hecha trizas. El PSDB, fundado por el antecesor de Lula en la presidencia, Fernando Henrique Cardoso, ha salido reforzado tras conquistar los dos mayores Estados del país, São Paulo y Minas Gerais, y controlar el importante Paraná.

Serra anticipó inmediatamente una nueva estrategia. Acusado de haber hecho una oposición demasiado blanda, advirtió que va a proponer nuevos lemas: "Un Brasil sin dueño"; un Brasil "que sepa respetar las instituciones y la división de poderes", "un Brasil menos corrupto" y con "una economía fuerte, basada en la producción y en el trabajo cualificado".

El duelo está en la calle. Rousseff parte con una ventaja indudable: ha ganado limpiamente la primera vuelta, con casi 13 millones de votos de diferencia. En este mes arreciarán los ataques de la oposición, pero el sueño de Lula de que Brasil elija a su primera presidenta sigue completamente vivo.

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